sábado, 18 de junio de 2016

Zapatos de tacón

Tenía que darme prisa, esta vez me había despistado más de lo normal y no había hecho caso a las señales que me anunciaban que el amanecer se acercaba.

Subida a mis zapatos de tacón y sin hacer caso a lo limitado de mis movimientos debido a la falda de mi vestido, eche a correr calle abajo mientras  una sonrisa escapaba de mis labios.  Si me hubiera visto apenas seis meses antes no lo hubiera creído.  Yo, subida a unos tacones de vértigo y embutida en un vestido negro de abertura lateral. Era algo de locos.

Llegué a este lado de la ciudad gracias  a una oferta de trabajo en una torre de oficinas.  No era la gran maravilla, pero al menos me sacaba de la cafetería en la que llevaba desde el instituto. Un cambio de aires, vaya.  ¡Y menudo cambio!

Ahora todo parece demasiado precipitado y confuso.  Lo cierto es que, si me paro a pensarlo, me doy cuenta de que pequé de ingenua, o tonta, como cada cual lo quiera calificar.  Pero ¿acaso alguien podía imaginarse algo así en un respetable edificio poblado de abogados, contables, arquitectos y contratistas?  Como digo, quizá pequé  de ingenua.

Las primeras semanas fueron tranquilas, solo tenía que ir de un lado a otro repartiendo sobres y algo de correo, luego pasé a encargarme de algún que otro trabajo administrativo a horas intempestivas cuando las ayudantes no podían. 

El dueño de todo aquello solía aparecer tarde, por temas de agenda y compromisos varios según parece. Era raro, pero yo qué iba a saber de agendas de alto nivel.  Así que, cuando comencé a encontrármelo por allí seguí con lo mío sin hacerle demasiado caso, pero él sí se fijó en mi.   Y debido a eso y a su hambre, es por lo que seis meses después me encuentro corriendo embutida en un vestido negro, aspirando el olor fresco del amanecer y buscando el refugio de mi caro piso de reciente adquisición.

Ahora solo pienso en la noche pasada, en el cuerpo dormido y satisfecho que acabo de dejar entre sábanas enredadas.   Un cuerpo cálido que no recordará nada al despertar y que hace que mi garganta ronronee y que mis colmillos comiencen a crecer de nuevo.  Sonrío, me calmo,  por hoy esto ha sido todo.
Corro más deprisa hasta convertirme en una sombra que el lento ojo humano apenas puede adivinar.

Y todo, sobre unos zapatos de tacón.

3 comentarios:

  1. OOOhhh, está genial, Cris ¿nos vas a sorprender con más?
    Besos

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    Respuestas
    1. Sí, claro. Por ahí hay alguno que otro ;)
      Gracias por seguir ahí y comentar
      ¡¡¡Muchos besines!!!

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  2. Nos ha gustado. Has necesitado de pocas líneas para componer una historia.
    Muy chulo.

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